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Leandro Silva Delgado

En todo el mundo, a lo largo de los años, el Ambiente Natural ha sufrido acciones destructivas, en gran medida motivadas por la conducta humana, que pusieron en peligro su conservación. Esto ha sido más notorio en los parques y jardines públicos de los centros urbanos. Razones culturales equivocadas, desidia, especulación inmobiliaria o simplementeabandono, han sido las causas más comunes. 

En estos tiempos, felizmente se ha puesto en su verdadero valor a la Ecología y por ende el cuidado del Paisaje. Los Institutos de Enseñanza realizan una fenomenal tarea en ese sentido, que se percibe claramente en el cambio de actitud de las nuevas generaciones. En la gran mayoría de los países, el Estado controla rigurosamente todo tipo de emprendimiento que pueda afectar la naturaleza, protegiéndola con la fuerza de la ley. 

Pero hasta hace muy poco las cosas no eran así, por el contrario, el salvataje lo hacían individuos muy comprometidos con esta causa, que debían luchar empecinadamente y en desventaja muchas veces contra intereses mezquinos muy poderosos.

De eso se trata esta historia que conozco de primera mano, cuyo personaje central fué un destacado salteño, con el que mantuve una larga y cordial amistad.  

                                                                                                     Arq. Hugo Barbieri

LEANDRO-La batalla ganada

Leandro Washington Silva Delgado, nació en Salto el 28 /11/1930. Fué: Arquitecto Paisajista, Pintor y Grabador.

En todas estas actividades logró trascender por su excelencia, en los más diversos ámbitos donde le tocó actuar.

Integrante de una familia de viejo arraigo en el departamento, cursó sus estudios secundarios en el IPOLL. donde quedó en evidencia su gran talento para las artes plásticas. En sus horas libres, era habitual verlo con su block y sus acuarelas, pintando paisajes.

Apasionado por la botánica, decía que eran las amas de casa salteñas las verdaderas creadoras de los hermosos jardines que abundan por toda la ciudad y se destacan por su exuberancia, aún en viviendas muy modestas. Sostenía que además del buen gusto para el diseño, tenían un gran conocimiento en la materia, que era transmitido de generación en generación. Cuando en sus recorridas habituales veía algún jardín que le agradaba, no tenía reparos en llamar a la puerta para conocer  y dialogar con la dueña de casa. 

Le gustaba decir, que a diferencia de las construcciones, un jardín es algo vivo y cambiante, que permanentemente nos llama su atención En su tierra natal nació entonces su vocación por la Jardinería, la que años después le daría fama y prestigio. 

Valoraba la gran tarea del Garden Club de Salto, en cuanto a premiar los mejores jardines de la ciudad, sin duda un estímulo importante. 

Completado su bachillerato, se mudó a la capital para iniciar el ciclo universitario en la Facultad de Arquitectura. Allí junto con otros coterráneos, fundaron la Asociación de Estudiantes Salteños- ADES. Al principio se reunían en algún salón de la Facultad, después la asociación se integró a Casa de Salto en su sede de la calle Blanes.

Con sus estudios avanzados, notó que su verdadera vocación le imponía una especialización y decidió buscarla fuera del país. Consiguió una pasantía con el célebre arquitecto paisajista brasileño Roberto Burle Marx, autor entre otras cosas de la remodelación de la rambla de Copacabana en Río de Janeiro, participante en infinidad de proyectos de primerísimo nivel, en muchos países.

Esto le facilitó obtener una beca en la Escuela Nacional del Paisaje en Versalles-París, donde completó su carrera con excelentes calificaciones, obteniendo el diploma de Arquitecto Paisajista.

Posteriormente su espíritu inquieto lo llevó a radicarse en Madrid, donde instaló su Estudio y es allí como veremos, donde logró posicionarse dentro del selecto núcleo de los más destacados Paisajistas del momento, a partir de los siguientes hechos.

El Real Jardín Botánico de Madrid, creado en el siglo XVIII durante el reinado de Carlos III, está ubicado en las proximidades del Museo del Prado. Por la pronunciada pendiente del predio, sumado a innumerables acciones desacertadas de sus encargados, como lo fue nivelar la parte central, aplanando el terreno para cambiar el estilo del jardín y por último al abandono total y la desidia, había quedado reducido a la nada. El  paso del tiempo contribuyó a su mayor deterioro, desapareciendo de la vista la fuente de agua y los hermosos canteros que la rodeaban, sepultados por el corrimiento de rellenos de tierra y la maleza. Tampoco se salvó del desastre gran parte del patrimonio  natural existente. Parecía imposible su recuperación, lo que provocó un marcado desinterés generalizado por su rescate. 

Como consecuencia de esto, se comenzó a formar en su entorno un asentamiento irregular de viviendas precarias, lo que trajo aparejado una disminución importante de los valores inmobiliarios de la zona y un significativo aumento de la inseguridad.        

Quedaba aún el último “tiro de gracia” para su exterminio definitivo. Por resolución municipal se decidió llamar a licitación para construir en un sector del predio “a modo de lápida”, una gran playa de estacionamiento vehicular con pavimento de hormigón armado.

De inmediato surgieron voces en defensa del Patrimonio amenazado. 

Leandro, desde el principio sin dudarlo, resolvió comprometerse sumándose al reclamo  y dispuesto a aportar todo su conocimiento de la temática para emprender acciones que impidiesen la realización de la obra anunciada y luego dar la gran batalla por la restauración del histórico Jardín. 

Habló con viejos vecinos de la zona, quienes le indicaron  el lugar aproximado de ubicación de la fuente y los canteros desaparecidos y consiguió además algunos gráficos muy antiguos del jardín original. Muy convencido de que se podía y muy entusiasmado, junto a otras personas entusiastas que compartían la idea, sumado a algunos medios de prensa, hicieron el suficiente ruido para ser escuchados por las autoridades. Finalmente lograron que se postergue la licitación de la obra y se les otorgue un plazo acotado, para realizar los cateos de localización de las construcciones originales y su posterior evaluación. Del resultado de estas acciones iba a depender la viabilidad de la restauración reclamada.

Le cupo a él dirigir la tarea encomendada, que consistió en un trabajo casi de arqueología. No se podía emplear maquinaria pesada, para evitar dañar las construcciones que estaban ocultas. Las excavaciones debían ejecutarse con extremo cuidado y mucha paciencia. Casi al límite del plazo se encontró parte de la fuente, aparentemente en muy buen estado y a partir de allí todo cambiaría.

De inmediato se involucró la Casa Real, por lo que el asunto pasó a ser de interés nacional. Se aportaron los fondos necesarios para las obras y se contrató a Leandro como Paisajista Restaurador. Era la gran oportunidad de su vida profesional, para demostrar que estaba a la altura de las circunstancias.

Los trabajos insumieron cerca de 2 años, se pudo recuperar una parte del jardín botánico original y se diseñó el resto acorde a los lineamientos del pasado. Casi al cumplirse exactamente los 200 años de su creación, se logró restaurar el Real Jardín Botánico de Madrid, obteniendo nuestro buen amigo salteño un gran reconocimiento en aquellas lejanas tierras, que trascendió fronteras y lo posicionó en un lugar de mucha fama y prestigio.

La inauguración fue una verdadera fiesta , contó con la presencia de la Familia Real y de un gran número de  personalidades locales y extranjeras. Los medios de prensa internacionales llevaron la noticia al resto del mundo y en el centro del  acontecimiento estaba la figura de Leandro. 

Muy complacido el Rey Juan Carlos, le ofreció hacerse cargo de los jardines del Palacio Real de Madrid, lo que le significó el mayor premio a su tarea, por encima de lo económico. Esto le permitió tener un contacto personal directo con el Rey y su familia, sin interlocutores.

Pudo además concretar el sueño de construir su Jardín propio, para lo cual adquirió un terreno muy singular en Segovia, conocido como el Romeral de San Marcos, donde plantó mayoritariamente flora de origen americano. Tenía la idea de hacer un intercambio vegetal y poder algún día plantar en su tierra natal, un jardín con plantas similares a las traídas de la Madre Patria cuando el Descubrimiento de América. Finalmente la vida le concedió ese deseo    

Le surgieron muchas propuestas de trabajo, dentro y fuera de España. Nunca olvidó a su país y aquí dejó su impronta en varias realizaciones. 

Entre las más conocidas: En Salto el reciclaje del Patio de la Vieja Jefatura de Policía, que fue incorporado al espacio público frente a la Plaza de los Treinta y Tres y el Jardín del Descubrimiento, al lado del Parque Solari, donde cumplió su deseo y que hoy merecidamente lleva su nombre. En su realización, la Corona española colaboró con un importante aporte económico. 

Participó en la formación del Parque Nacional de la Estancia Presidencial de Anchorena, en Colonia.

En Montevideo fue el creador del Jardín del Museo de Artes Visuales en el Parque Rodó.     

Quienes lo conocimos, podemos asegurar que este impresionante éxito profesional, no cambió para nada su personalidad. Cuando estaba de paso por Montevideo, se hacía un tiempo para reunirse con la nueva generación de estudiantes integrantes de aquella asociación que él había contribuido a crear. 

Supo ser amigo de sus amigos y muy orgulloso de su orígen salteño. UN GRANDE

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